domingo, 13 de noviembre de 2011

UN SERVICIO GRÚA: LA MORENA QUE NO SE SABÍA EL CARNÉ DE IDENTIDAD.

  La Virgen de la Yerba Perenne se nos apareció por primera vez en Marchena, pero antes de que se produjera aquel cambio en nuestras vidas, aquel cataclismo en nuestras mentes,  aquel terremoto que no dejó a nadie cagar tranquilo… sonó  el móvil del Bola: UN SERVICIO GRÚA (Llámese a todo servicio humanitario  relacionado con el automóvil, la carretera y sus problemas, las 24 horas del día. También existía el Servicio Taxi, pero ésta era otra diferente tarea humanitaria que no viene al caso explicar).  No pasaba nada, no había alteración ninguna, no había cambios de humor: ÍBAMOS A BINÉFAR A RECOGER LA GRÚA DEL BOLA, pero las paradas en el camino se aceptaban. Los cambios de rumbos eran tomados con serenidad, con estilo, con un simple estar... todo transcurría  por los carriles de la armonía. El servicio grúa era en Marchena, hacía donde nos dirigíamos. Todo era perfecto o ¿nosotros  lo hacíamos perfecto? Casualidades de la vida, que muchas veces ocurren, encuentros, coincidencias, olores que coinciden con otros olores, como cuando pasas por una pescadería, cerrada o abierta y coincide con el olor de aquella que ya te dije… 

  El Bola tenía distribuidas por toda la comarca, en los puntos más estratégicos (Esto lo aprendió de la red ferroviaria  americana ), grúas con las que hacer el bien, con las que ayudar al prójimo, con las que rescatar de la soledad de la carretera a todo aquel que se quedaba tirado en una cuneta. Es una mujer, nos dijo el Bola. Teníamos que recoger a una mujer, a una dama, a una señora, señorita, viuda, soltera, joven, pureta, vieja o quién sabe qué. MUJER. Persona del sexo femenino. Mujer airada, mujer de la calle, mujer de su casa, mujer fatal, mujer pública, mujer de vida alegre, mujer que das vida, mujer, te necesito…MUJER… mujer,  no me digas esas cosas.
 
   Recogimos la grúa de una nave, situada a las afueras de Marchena,  en la que pudimos ver, además de las correspondientes grúas y coches de alquiler,  una gran biblioteca  formada por los mejores escritores de la época victoriana inglesa, varios manuales de gramática  y tres libros del famoso escritor local, Antonio el de la Petanca. El Bola se había empeñado en formar a sus conductores. Éste buscaba trabajadores aplicados y quería que en las horas de espera, en las horas muertas en donde esperaban la llamada de algún necesitado o necesitada o putero camarero ansioso, se formaran hablando la lengua de Clinton,  Fack you, Suck me…Hablar inglés se había convertido en algo tan obligatorio como tener un nombre de pila, un perro, una mascota o un animal de compañía.  Nos montamos en la grúa, que no se parece  en nada,  a la que vamos a recoger en Binéfar,  nos dijo El Bola, y nos dirigimos a recoger a esa mujer que necesitaba de nuestra ayuda.

    Entramos en el centro de Marchena: En Marchena, ni el agua es buena…y los palomos rateros, dice la voz popular. Pisamos sus calles desiertas, escuchamos su silencio, vimos su muralla y su Iglesia, escuchamos los ronquidos de su alcalde…Marcheneamos, ¡tan temprano!, a esas horas en las que se puede dormir, fornicar, beber, comer, mear…pero no trabajar.  Frío, hacía frío a las seis y media de la mañana. Un frío andaluz, con aje, con mucho aje. Un frío que enfriaba las miradas, los silencios, los alientos y su puta madre. Allí, con unas mallas negras, un polito rojo y una bandera de España en sus pechos ( Ella no tenía frío), nos esperaba LA MORENA QUE NO SE SABÍA EL CARNÉ DE IDENTIDAD. Nos contó ( olía a  ponche Caballero y a un poquito de Coca-Cola)  que venía (eran las seis y media de la mañana) de  la esteticién ( Mujer dedicada profesionalmente al cuidado de la belleza del cuerpo, particularmente el rostro), que le gustaban mucho los caballos( y las caballas), que la feria de Morón no le gustaba porque no podían los jinetes lucir sus jamelgos…sí, sí, pensamos en que nos la podíamos follar hasta cansarnos, o pensé, pero por lo visto estaba cansada y casada, según la alianza que llevaba colgada al cuello,( cuando alguien se cuelga la alianza al cuello es que está hasta los mismos cojones de alianza)y por la respuesta que le dio  a la pregunta del Bola: Dónde llevamos el coche? A la carpintería de mi marido, dijo la morena que no se sabía el carné de identidad, DEDUCIMOS QUE también ESTABA CASADA. La morena que no se sabía  el carné de identidad, no es que fuera guapa, elegante, belleza soberbia, mujer descomunal… simplemente llamaba la atención. LA morena que no se sabía el  carné de identidad, tenía cara de caballo viejo y unas cejas morenas que seguramente su esteticién  nocturna pasaba el quinario para hacérselas. La morena que no se sabía el carné de identidad tendría sobre unos 30 años: no pudimos ver su carné de identidad, pero sí  vimos la solera de sus hechuras.  La morena que no se sabía el carné identidad tenía una piel morena y un pelo largo, recogido en cola, negro, negro, negrísimo como los huecos del infierno, y que no quiero imaginar cómo sería su papo.

   El Bola, trabajador penitente, comenzó a trabajar y vaticinando  malos augurios, sentenció :  probablemente sea la correa de distribución . La morena que no se sabía el carné de identidad y media Humanidad, ignoraba lo que era una correa de distribución, pero para eso, estaba allí El Bola que nos resumió, en diecinueve  palabras lo que era UNA CORREA DE DISTRIBUCIÓN: la correa que transmite el movimiento de una rueda o elemento giratorio a otro, en este caso, el motor. La morena que no se sabía el carné de identidad empezó a lamentarse, pero a ese toro colao, apareció El Espejo con su particular consuelo y genuino cariño, y la avería se hizo solución. El Espejo era un gran consolador (con su juego de palabras incluido), un oyente empedernido, que escuchaba al Ser Humano en su lamento y que buscaba  la alegría en cualquier acto trágico. La morena que no se sabía el carné de identidad entendió, de súbito, que el Espejo sería su mayor apoyo en esa escena de su vida tan lamentable: verse tirada por el coche y después verse recogida por los tres futuros  Apóstoles de la Virgen de la Yerba Perenne.

    El verdadero problema surgió cuando nos íbamos a montar en la grúa: las grúas están hechas para tres personas no para cuatro, yo en medio no me monto, dijo la morena que no se sabía el carné de identidad. La morena que no sabía el carné de identidad, era una mujer fiel a su marido, buena esposa y seguramente no vendría de follar con su monitor de equitación, como pensamos, seguramente vendría de hacerse las cejas, las axilas, el bigote y la entrepierna, a horas que sólo se podría venir de follar con tu monitor de equitación. Pero con la amabilidad, cortesía y buen gusto del Espejo, nadie, ni la morena que no se sabía el carné de identidad, podía resistirse: Móntate en mi regazo, yo soy tela de legal, además… soy gay. El Bola y yo nos miramos sin saber si aquello era una afirmación o sólo era una estrategia: DUDAMOS. La morena que no se sabía el carné de identidad se quedó tan perpleja con las palabras del Espejo que no dudó en montarse en su montura. La morena que no se sabía el carné de identidad era la mujer que todo hombre busca para ser su amigo, pero sólo su amigo. La morena que no se sabía el carné de identidad aquella mañana montó en un Espejo en el se le veía el tanga rojo y los pelillos de su pubis que se le habían olvidado a la esteticién. La morena que no se sabía el carné de identidad se encontró feliz y contenta con la pinza de langosta del Espejo sobre sus enaguas. La morena que no se sabía el carné de identidad nos impregnó de mujer: íbamos manchaditos de mujer. La morena que no se sabía el carné de identidad, era una mujer a lo grande, una mujer para amarla a medias y follarla en pleno, una mujer necesaria para el hombre cansado, de ayer y de mañana, una mujer volcán que te atrapa cuando ella quiere, que follas cuando ella quiere, donde quiere y que te saca los polvos que ella codicia. El Espejo seguía inmutable ante tanta excitación: ¿sería verdad que El Espejo era gay?

    Cuando llegamos a la carpintería ,el marido, hombre bueno como todos los carpinteros del Mundo, ya San José era bueno y de eso hace ya 2000 años,  nos recibió riéndonos y diciendo, mujer al volante, gasto constante . El marido de la morena que no se sabía el carné de identidad, entendía y comprendía que su mujer viniera a las seis y media de la mañana de la esteticién, que a lo mejor, la morena que no se sabía el  carné de identidad le había explicado que había cogido cita a las doce de la noche y que había mucha gente y que se le hizo tarde. Su marido lo comprendió, igual que San José comprendió que La Virgen María se quedara encinta del Espíritu Santo: lo comprendió. EL SECRETO ESTÁ EN COMPRENDER.  Comprendió, también,  sin ningún tipo de asombro, que su mujer, la morena que no se sabía el carné de identidad, fuera montada encima de un Espejo que probablemente ya punzaba, o no, según las últimas declaraciones. El marido de la morena que no se sabía el  carné de identidad era muy buena gente, muy tonto y sobre todo estaba muy enamorado de la morena que no se sabía el carné de identidad. Y como todos sabemos, aquel que se enamora en exceso, aquel que ve por los ojos de su amada,  aquel que no piensa por sí mismo… no deja de ser un pamplina, tonto, idiota y todos los calificativos que corresponden a estos términos. Se besaron. Eran las seis y media de la mañana, el reloj se mantuvo todo el tiempo a las seis  y media de la mañana. El tiempo no transcurría. Se paró: en Huenca el tiempo, la hora, los minutos, los segundos…lo vas marcando tú. En Huenca la cuarta cosa que aprendes, es que tú eres dueño de tu tiempo.

     El Bola empezó a hacer su  trabajo: se subió en el coche ( era un Peugeot 307, aunque este dato es innecesario), le quitó el freno mano y lo bajó de la grúa. Era todo un espectáculo ver al Bola trabajar, con esa profesionalidad que sólo demuestran aquellos que hacen de su trabajo, una pasión. La morena que no se sabía el carné de identidad seguía besándose con su San José particular, morreándose, gustándose…calentando a San José Bendito. Besos que sabían a Ponche Caballero, a un poquito de Coca-cola y a viruta de pino Flandes. El Bola los interrumpió: ¿Me podrías decir el carné identidad?. LA MORENA QUE NO SE SABÍA EL CARNÉ DE IDENTIDAD DIJO QUE NO SE SABÍA EL NÚMERO DE EL CARNÉ DE IDENTIDAD. NÚMEROS, CIFRAS, LETRA. ( una mujer que no se sepa el carné de identidad ya sabemos para lo que sirve: para procrear, para follar, para ser madre de sus hijos, para pintarse los labios ,para tener un perro que le parta el espinazo a lametazos…)  El Bola, El Espejo humeante y yo nos miramos, y al unísono, comenzamos a conjugar el verbo REIR: yo río, tú ríes y ella NO REÍA. La morena que no se sabía el carné de identidad era una mujer EXCEPCIONAL Y CONTRADICTORIA. La morena que no se sabía el carné de identidad se moriría sin saber SU NÚMERO DE CARNÉ DE IDENTIDAD.
   
       En la vida pasan cosas INSIGNIFICANTES, pero… forman parte  de la vida. Seguimos el viaje.