jueves, 19 de enero de 2012

DE PUNTA A PUNTA

    Cuando la presencia de la Virgen de la Yerba Perenne  ha ocupado un lugar en tu vida, ya todo es perfecto. No hay nada que te pueda molestar, ni nada que enturbie tu bienestar: todo es llevado con la mesura que corresponde a los grandes hombres. Los contratiempos forman parte de la vida: es la sexta regla que aprendes cuando llegas a Huenca. Lo peor que te pueda pasar,  es entendido y vivido de una manera… natural.

    Teníamos ante nosotros 1100 km hasta llegar a nuestro destino pero nada nos empequeñecía. Todas las curvas, todas las rectas, todos los peraltes mal formados, todos los adelantamientos de cualquier cabrón que se precie, eran conducidos por las manos de esa Virgen que todo lo cura, que todo lo salva, que todo lo predispone a su manera, que no es otra que la calma y la sinceridad de ser feliz.

    Los kilómetros pasaban, ¿o pasábamos nosotros?, los pueblos a lo lejos se divisaban y los veíamos por dentro, pues tal era nuestro estado de lucidez, que no veíamos sólo las torretas y las antenas parabólicas, veíamos la civilización del Hombre a cuesta de nuestras espaldas. ENUNERACIONES DE PUEBLOS, DE CIUDADES, DE ALDEAS, QUE NOS SALUDABAN AL PASAR. Todas con una idiosincrasia peculiar, pero en el fondo todas, desde los que viven en Mostoles  hasta los que vivimos en Huenca, TODOS, sin excepción, enterramos a nuestros muertos y lo pasamos canuta cuando alguien nos da una patada en el corazón… porón pon pon.

   COMENZAMOS A ATRAVESAR  ESPAÑA DE PUNTA A PUNTA. Pasamos Écija, la sartén de España, allí alquilamos un ático para pasar el verano, y nos cansamos de beber en sus plazas, de pasear por sus calles y de disfrutar la calor astigitana. Córdoba, nos convertimos en musulmanes y nos fuimos a la Mezquita y rezamos una salve en honor a la Virgen de la Yerba Perenne. Pasamos los Despeñaperros, lugar mágico en donde el ser humano se encontraba y se ocultaba, y donde  nos convertimos en bandoleros atracando el Ave y formando el follón: éramos los tres salvadores del mundo ante tanta injusticia. Nos encontramos con que dicho tren iba cargado de políticos corruptos, banqueros mezquinos, jueces imbéciles…Les quitamos sus trajes, sus blackberrys, sus dietas, sus preferencias, sus privilegios, sus tonterías y… nos cagamos en sus muertos…!!Éramos los salvadores del Universo!!!. Y la Virgen de la Yerba Perenne nos llamó a la calma.

    Llegamos a la Mancha, llano inmenso, llano que aburre, llano monótono que nos hace  recapacitar sobre la vida. Vimos la Castilla antigua de Machado, nos revolcamos en sus vinos, en sus carnes…en su historia. Divisamos a lo lejos, a don Quijote con su Rocinante y a Sancho con su borrico sin nombre.  Nosotros seguíamos amando la vida desde todos los ángulos, éramos seres sobrehumanos, pues veíamos que la vida era para vivirla y no para llorarla…Y la Virgen de la Yerba Perenne nos seguía iluminando.

   Pasamos, Aranjuez, Ocaña, poblaciones históricas de España pero que sólo habíamos visto por un letrero blanco de la autovía. En Ocaña visitamos a nuestro querido y amigo, Manolito, que andaba ganándose la vida montando gallinas y pavas negras, con las que competía en la Alta Escuela de Salto de Viena: Manolito, atríncame el pito, fueron mis palabras de despedida.  Nos encontramos de frente con Madrid, con sus encantos y desencantos, con lo mejor y lo peor, con lo más caro y lo más barato, con la bohemia y la golfemia…Madrid, Madrid, Madrid…y en la Plaza Mayor, nos esperaba, Jesús el Madrileño, mi grandilocuente amigo, que al vernos nos recitó un poema del famoso escritor  Antonio el de la Petanca: Si quieres saber quién soy, dentro de España estoy. Mi hogar es un olivo. Te escribo estas cuatro letras, para recogerme contigo, ¿qué quieres más, cariño? Corazón sin trampa, morcilla sin ataero. Corre, ve y dile a tu padre, que si quiere ser mi suegro. Lloramos de la emoción … y nos llevó por tabernas típicas con olor a castizo, a madrileño chulesco, a eses bien pronunciadas, a sus noches de Lavapiés, a sus madrileñas buscando andaluces como locas, a hostales de habitaciones diminutas en donde se mea en los lavabos… Estuvimos en Las Ventas y vivimos sus corridas nocturnas y diurnas…Y la Virgen de la Yerba Perenne seguía con nosotros, indeleble.

   Guadalajara, señorial, ciudad maldita  y que siempre sonará a viejo. El Espejo nos contó su parecido con la Habana, y ya apareció Cuba y su música. Sus 21 días tocando la trompeta, sus noches, el buen rollo entre Espejo y Cuba. La pinza de langosta se convirtió en maracas, en congó, en timbales…fuimos bailando hasta La Habana y nos encontramos con mulatas que nos cogían el culo y nos abrían la boca y nos decían: guuuAAApo. Nos encontramos con la Cuba de Cabrera Infante y con muchas ninfas inconstantes, nos enamoramos y nos desenamoramos…y al final, nos cagamos en los muertos de Fidel Castro, pero…con mucho respeto. Y la Virgen de la Yerba Perenne nos encauzaba el camino.

    Vimos el Castillo de Torija, elegante en su cerro y dormimos una noche con la doncella más guapa del lugar y no quiso succionárnosla pues en aquellas tierras aquello no se llevaba. Trijueque con su tradición de la peseta y el duro y… nos disfrazamos de pajarracos viejos y perseguimos a las mozas solteras del pueblo, y seguidamente nos dieron su duro… en el que entramos y nos quedamos diez días durmiendo. Torremocha del Campo con sus olores a cabrito, sus duelos y quebrantos y su famosa miel de La Alcarria. Allí, sus 267 vecinos se manifestaron para que nos quedáramos a vivir en su pueblo. Y nos quedamos. Y vivimos como reyes. Con aquella mujer mayor, Rosalía: que nunca olvidó cómo agradar a un hombre.  Arcos de Jalón, olor a matanza en su calles y los cochinos chillando sabiendo que la vida se les iba y ellos diciendo que  no querían morir porque nunca pensaron en  suicidarse. Y la Virgen de la Yerba Perenne se encargaba de traernos datos, conceptos, imágenes.

   Cetina, pueblo austero con su Contradanza por bandera, en donde hicimos de ejecutantes del Diablo y bailamos con esa música monótona hasta alcanzar el nirvana cetino. Alhama de Aragón, con sus aguas termales en donde estuvimos bañándonos quince  años y un día,  saliendo rejuvenecidos para siempre.  Ateca, villa chocolatera, la de los famosos  huesitos, en donde nos vimos rodeados de chocolate y con mujeres achocolatadas que se deshacían en nuestras bocas. Y la Virgen de la Yerba Perenne se hizo repostera de nuestras vidas.

    CALATAYUD, Castillo de Ayub, la Almunia de doña Gomina, cerezas, melocotones y manzanas y un primo de mi padre que seguía hablando andaluz y que nos invitó a almorzar, con su hija Edurne, de la que nos enamoramos y nos hicimos una gallarda a su costa. La Muela, energía eólica, viajes al caribe subvencionados por el ayuntamiento…y la Alcadesa al cajón, por corrupción, pon ron pon pon. Y nos acordamos de nuestro alcalde bujarrón, de sus pases de muleta, de su famosa pregunta niño, ¿tú estás preparao pa tó, pa tó, pa tó?, de su pederastia, de su mayoría absoluta, de su corrupción, de ese pueblo nuestro que nunca lo votó…y todos sabíamos que era un CABRÓN. Y la Virgen de la Yerba Perenne cogió el estoque.

    Zaragoza, ciudad que había que conocer, cosmopolita y americana, en donde nos bebimos cincuenta botellines de cerveza Ambar y ya encervezados nos fuimos a su barrio antiguo, y nos encontramos con Bumbury que nos dijo que no cantaba más porque no le salía de los huevos…y conocimos alguna que otra mañica, con sus tradicionales verrugas en las manos: todas las mañicas presumen de sus verrugas. Y la Virgen de la Yerba Perenne nos descubría el sendero.

   Pasamos Zuera ,  Almudévar, Sabiñáñigo, situados en el Valle del río Aurín, vimos un gran polígono industrial rodeados de montañas, en la que El Bola alquiló una nave para que su red logística abarcara más lugares: El Bola quería internacionalizarse, costara lo que costase . Vivimos seis meses, en estos pueblos desangelados. El Bola se quedó en Zuera, practicando el saque de pelota, pues allí se había instalado uno de los mejores tenistas del momento, David Escudeiro, y decía que se iba a dedicar a practicar lo inútil, lo innecesario, además de ampliar trabajo por aquella zona. El Espejo se hospedó en Almudévar, en donde se dedicaría a perfeccionar el baile de los Danzantes, con su pinza de langosta haría ruido, pues nadie del pueblo había visto un danzante con aquel instrumento tan inmaculado. Yo me quedaría en Sabiñáñigo y prepararía la prueba ciclista, la Quebrantahuesos, seis meses para practicar mi deporte favorito y partirme el culo subiendo esos cerros: Qué bonito era el ciclismo. Nos veríamos cada semana, los sábados al mediodía, y nos contaríamos cómo iban nuestras experiencias, cómo iban nuestras vidas. Y la Virgen de Yerba Perenne nos subvencionaba con su beneplácito.

   EMPEZAMOS LA DURA MONTAÑA. Biescas y nos acordamos de su  famoso camping  y de las inundaciones y de las muertes. Nos pusimos trágicos y pensadores, y pensamos  cómo hay pueblos que son recordados por la desgracia, toda la vida. Nos paramos en la Ermita de Santa Elena, patrona de toda la localidad y del todo Valle del Tena, y rezamos  una salve al compás del aire, y nos acordamos de un cartero del pueblo que llevaba las penas de esta virgen. Empezamos a subir lenta y pausadamente, la vida era esto, no había otra manera de llevarla, reposada, tranquila…Los paisajes empezaron a conmovernos, a deleitarnos: la vida nos brida momentos que no debemos desaprovechar. Cerros nevados, frío que gusta, frío de sierra polar. Casitas encantadas en donde lo mismo podía vivir un pastor con sus putitas como podía vivir un arquitecto con su mujer y su perrita. TODO ERA POSIBLE EN AQUEL MUNDO.Y la Virgen de la Yerba Perenne nos seguía iluminando el camino.

   Polituara, cascadas, ríos, lagos inmensos en los que mojarse en verano y disfrutar de su belleza en invierno. Alquilamos una casa y nos convertimos en artistas, en bohemios. Nos dedicábamos al arte. El Bola se convirtió en artesano del barro, El Espejo empezó a encontrarse con sus partituras y  yo me hice poeta bucólico y pastoril,   y una mierda pa mí. Y la Virgen de la Yerba Perenne nos  mandaba e-mails  de inspiración.

   Pasamos por Bubal con su embalse majestuoso y su pueblo antiguo inundado por sus aguas. Atravesamos su selva y vimos alguno que otro oso polar navegando a la deriva. Saqués, emplazado junto al Barranco del Góngol y donde compramos diez quesos, y quisimos quedarnos dos años, pues tal cantidad de mujeres hermosas vimos, que a punto estuvimos de enamorarnos, sino llega a ser por un viejo que nos avisó de que todas eran brujas y que te  sacaban el alma, después de follarte vivo… Seguían las montañas nevadas, los copos de nieve cayendo, el frío que nos ponía más vivos: el frío siempre será más sano que el calor, decía mi doctor de cabecera. Tramacastilla de Tena, lugar idílico donde morirse, comiendo jamón y bebiendo sus vinos agrios y rotundos. Escarrilla, con su río Escarra atravesando sus casas de piedra y tejados de pizarra… y la Virgen del Costechal, en su iglesia, a la que fuimos a saludar con una caída al suelo: amén.  Y la Virgen de la Yerba Perenne nos susurraba en las orejas (que no oídos), Os llevaré a Huenca, os llevaré a Huenca, os llevaré a…

   Seguíamos entre arboles inmensos, entre montañas, que ya casi ni veíamos, pues ya estaba anocheciendo. El coche marcaba -2 grados. Nosotros seguíamos riéndonos de la vida, disfrutando esa aventura que era vivir: VIVIR. Paramos el coche y  nos dimos cuenta de que teníamos que detenernos. Al fondo se distinguían las luces de Sallent de Gállegos: nuestro primer destino. Y la Virgen de la Yerba Perenne pisó el freno y metió primera.