viernes, 16 de noviembre de 2012

UNA MUJER MAYOR VESTIDA DE NEGRO COMIÉNDOSE UNA MONDARINA

  Caminábamos. En silencio, CA-MI-NÁ-BA-MOS. La Virgen de La Yerba Perenne nos llevaba de la mano y nos  daba carta blanca para  pensar en lo que nos diera la gana. PENSAR: Dejar fluir las ideas, volar, evadirse, romper con Dios y su puta madre, que seguramente, también la tiene, como decía el famoso poeta local, Antonio el de la Petanca. Caminar sin rumbo: CAMINÁNDOSE, ENCONTRÁNDOSE…Y La Virgen de la Yerba Perenne nos conducía hacia Huenca.

  Empezó a nevar. No hacía frío. Subíamos aquellas calles sabiendo que lo que nos ocurriera sería perfecto: La Virgen de la Yerba Perenne te da esa certeza. Lo que te pase será INIMITABLE. Y subíamos aquellas callejuelas y escuchábamos ese frío monocorde y olíamos…a leña húmeda, a pan caliente, a perro mojado, a calles sin nadie,  a piedras con olor a monte,  a río que pasa con furia,  a verdina en las aceras, a lumbre en el hogar…OLOR A ESENCIA DE LO QUE ÉRAMOS. Pasábamos por aquellas calles en silencio, observando todo aquel mundo de sensaciones. Pero de pronto, aquella paz placentera se rompió: CRASH… y ya empezó Cristo a padecer.

  En una esquina, apoyada en la pared había UNA MUJER MAYOR VESTIDA DE NEGRO COMIÉNDOSE UNA MONDARINA Y UN GATO NEGRO GORDO QUE LA CUSTODIABA: ¡miau! !miau!. Nos fuimos acercando y antes de que pudiéramos ver su rostro, nos cautivó una voz ronca, añeja, que parecía venir de las tabernas de ultratumba, que nos dijo: aquí las mujeres son feas pero graciosas, pero follan cuando tienen que hacerlo. No supimos qué decir. LA MUJER MAYOR VESTIDA DE NEGRO CHUPANDO UN GAJO DE MONDARINA, nos señaló una puerta: Entrad, que vais a conocer a La Jaimona. Y empezó a reírse  a carcajadas. CARCAJADAS Y UN GAJO DE MONDARINA CIRCULANDO POR SU BOCA. EL Espejo, El Bola y yo, atónitos, no dábamos crédito a aquel espectáculo en el que LA VIEJA SACÁNDOSE EL GAJO DE MONDARINA DE AQUEL LUGAR SIN DIENTES, dejó de reírse y mirándonos fijamente a los tres, nos dijo: Tenéis que entrar…estaba escrito. Y EL GATO NEGRO GORDO, maulló: ¡miau!

   Entramos.