jueves, 16 de enero de 2014

BAILANDO


           Nevaba. El Bola, que decía conocer el pueblo, nos dijo que nos iba a dar una visita turística por Sallent de Gállegos ¿ y para qué más visita turística que haber conocido a Yazmín?, preguntó El Espejo con los ojos abarrotados de enamoramiento. El Bola y yo seguimos andando, mientras El Espejo miraba a lo lejos el lupanar que se deshacía en el helado vaho…vaho.
       Llegamos a la plaza del pueblo, El Mentidero. Allí, según nos fue explicando El Bola, las mujeres lavaban la ropa y sacaban las bragas y los calzoncillos sucios de todos los vecinos.  El Espejo, sin dudarlo, en aquella plaza fría y sola y con unos lavaderos púbicos, que no públicos,  empezó a gritar, Yazmín, Te quiero…y siempre te recordaré como lo que fuiste…una mujer de un día. Y empezó a bailar con su brazo-pinza de langosta y  a recibir el helado vaho…vaho, en su cara. El Espejo nos embrujó de tal manera, que cuando nos dimos cuenta estábamos los tres bailando al son de un tres cubanos que salía de la boca de El Espejo. Era genial sentirse vivo. El baile siempre da la felicidad: científicamente comprobado según un estudio que se hizo, hace siete años,  en la Universidad de Albacete.  Y seguíamos bailando y seguíamos sintiendo nuestro cuerpo en cada movimiento…y seguíamos danzando. El Espejo (bailando) seguía con sus tres cubanos a sus espaldas y El Bola (bailando) cogió sus maracas imaginarias y empezó a ser el más rápido de todos los maraquitas del mundo y yo (bailando) me puse la peluca de Juan el de la Tómbola y me pegué una pataíta por alegrías. Aquello era todo armonía: grandilocuencia mágica. Nos paramos y nos callamos…y llegó el silencio y el frío y nos dimos cuentas de que era mejor seguir… bailando que dejar de bailar: y seguimos bailando: Bailongo, que vas a caballo y no das los buenos días, si el caballo oscilara, otra gallina vieja cantaría.  Y LA VIRGEN DE LA YERBA PERENNE (bailando) NOS GUIÑÓ  EL OJO IZQUIERDO.

          El Bola (bailando)  nos dijo que nos iba a llevar a un restaurante que es de un paisano, Sergio el Tres Nuos, que por lo visto, según El Bola (bailando con sus maracas) había tenido que irse de Mojón por patas, pues le pegó una paliza a nuestro alcalde, al primo de nuestro alcalde, al hermano de nuestro alcalde y a cinco chupapollas más de nuestro alcalde: héroe local que desconocíamos El Espejo y yo.

         Nos dirigíamos (bailando) a otro lugar ignoto: El Bola (bailando), El Espejo (bailando) y yo (bailando) al restaurante que se llamaba, según El Bola (bailando), El Mojonero.


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